lunes, 12 de febrero de 2007

Haan y Magda (7º fragmento)

—¿Estás nerviosa?

—No.

—Yo sí —suspiró. Le sorprendía que Magda estuviese tan tranquila. Él sentía como su corazón latía a toda velocidad. Estaba seguro de que se le saldría por la boca.

—¿Me odiarán? —susurró Magda. Antes de que Haan pudiese decir nada, se abrió la puerta. El padre de Haan les había oído al pasar junto a la puerta.

—Padre —dijo muy serio. Estaba seguro de que le estaban temblando las piernas.

—Haan.

—Esta es Magda. Él es mi padre. Kwai Ho.

—Encantada señor Kwai.

El señor Kwai miró de arriba abajo a Magda. Quería ver que era lo que la unía a Haan. Y lo encontró—: Pasad, pasad —sonrió amigablemente a Magda.

—Abuela —gritó Haan emocionado. Corrió a sus brazos. Hacía años que no veía a su abuela.

—¡Qué grande estás! —era una mujer pequeña, muy pequeña. Siempre decía que era así porque había nacido de un grano de arroz mágico que su madre había encontrado en el fondo de su tazón—. He cocinado un montón para ti. Así que espero que comas mucho —miró con curiosidad a la jovencita que iba con su nieto. Tenía que admitir que no le desagradaba del todo. Tenía unas caderas anchas, unos ojos brillantes, y una piel blanquísima. Ella en su juventud también había tenido la piel muy blanca, pero no tanto como la novia de su nieto.

—La cena está lista —la madre de Haan se acercó a Magda y la abrazó—. Me alegro de conocerte por fin —dijo con una dulce sonrisa.

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