viernes, 13 de julio de 2007

de mi buen amigo Barnabi

Estimados Señoras y Señores:
Aprovechando la oportunidad que generosamente me brindan
recitaré un canto un poco bárbaro, esperpéntico y báquico
que espero que les guste comenzando desde el principio.
Antes los trilobites medraban abundantes
Y de esos limos nacimos.
Mi nombre es ninguno, enormes fragmentos
de texto no codificante, intrones, no mensajes
erguidos sobre pies dactilográficos.
Soy nervioso y banal obsceno y ruin, solo, desde que tengo
uso de la razón escéptico de más, aunque hasta de eso dudo.
Mi mano fue la mi herramienta principal, ya no lo es.
Ahora la tendencia es hacia el crecimiento de la sustancia blanca
tren de la vida, conjugado obstétrico demasiado chico, distocia mecánica
metro retorcido, para tanta neuronilla y tan sofisticada, brete, viejo.
He muerto ya dos veces, tres… me he vuelto ninguno
otra vez y otrotra eco o bulto, de hoy, breve, de siempre vano
acataléctico y espiroribonucleico, ondas de espacio-tiempo, bulo.
Y sé bien que aunque haya librado
llego a la patria
¡Seda!
Tarde y mal, huérfano de compañeros y rico en derrotas
pero a ninguno le podría interesar mi historia:
Con Ira, recuerdo ahora la cólera de las olas, las vidas
de héroes precipitadas desde el corcho del cabotaje incierto
o en tierras ajenas por causa del imprudente liderazgo, manás falsos de falsos profetas, dolo-ro-sos Dogmas, sombras todas de Plato,
obscuras hipotecas y no menos el licor que olvidar les hiciera la patria.
Convidemos con generosidad al huésped que nos honra pues ahora
Homeros somos que ni el vacio vemos, hay que ver, hay que ver
apenas algún gradito Kelvin. Con ese desconocimiento
¿Quién elige a su amor?
pero bebamos juntos de las mismas heces.
De las mismas heces.
Si edificas sobre escombros el templo de la cultura
o profanas la cortina del muelle con descaro marcas las cartas
y con todas esas cosas que sabes de antemano eres casi un dios,
y con eso y con todo y esa demostración de moraítos
Ninguno elige a su amor. Ah, eso, y todos
comeremos juntos de las mismas heces
de las mismas heces.
Me ha dicho Eumeo literalmente: por mi parte
estos guarros guardo, los voy defendiendo si me es dado
aunque siempre esos cerdos se llevan la flor de la piara.
Tal dijo el fiel Eumeo y ninguno comía y bebía en silencio.
Nacen hijos de ancianas virginales Febo no es un disco cegador, sino una bola. Pesadas cargas como encabalgar los ritmos de los dáctilos
en los espóndilos estructurales las hace el ordenador y con toda esa ciencia
Ninguno elige a su amor y Penélope sigue cuidando la lumbre bajo la adafina, como quieras, de marinera o de marinero.
Pero he podido ir, el remo al hombro, tierra adentro
millares de corderos de la Puerta del Sol venían
y fueron respetados y alabados en su hermosura
como nos enseñó en su día el cabrero que cuida con esmero
los chivillos que jamás comería
Y el remo abrió el camino y congregó pendones ante
la Reina de la llave, mientras alrededor de Poseidón
los plátanos de indias librando sus últimas alergias, ya postrados
han aplacado al fin un poco al poderoso dios del ponto chico
del paseo del Prado, eso parece
postrera y fútil alegoría del eclipse parcial de una quimera.
Si las ausencias son siempre largas y a menudo amargas
intentaré ahora seguir a mi maestro y para terminar
contaremos historias de arribadas felices ¡Hablemos de regresos!
saltando convenientemente el protocolo pues el regreso
es la culminación del viaje, y es incierto también lo que se pasa
a pesar de que llevases el remo ensanchado del piloto, ¡Oh rico en ardides!
eres sólo un hombre, semejante al dios que te ha engendrado
no importa si has dejado alguna cuenta sin pagar que irán
a beneficio de inventario pero amagar y no dar es siempre malo.
Algo bello y atrevido es bueno decir y hacer ahora
tras traspasar esta cañada angosta y peligrosa y luego
el mar, el ancho mar y tras el mar al fin dos pechos amantes y en seguida
humo de brasa y vapor de la costrilla escamosa y se define luego
en obeliscos de humildísima caña del terreno
escorados a sotavento sobre la roja brasa del varado bote
escuadra ígnea de plata que deviene a su tiempo oro viejo en ambas caras
y al maestro espetero guardián del fuego ¡ya nos llega
el aroma de la grasa fundida y no quemada!
Lo que hace falta es que salga ya.