viernes, 30 de noviembre de 2007

Borrasca

La borrasca (Lucien Levy-Dhurmer)
tomado de artnet

lunes, 5 de noviembre de 2007

En la claridad

Se puso las gafas de montura dorada, no veía lo suficientemente bien como para prescindir de ellas, leer en la pantalla del ordenador le cansaba la vista. Odiaba ponérselas, le hacían sentir viejo. Empezó a leer de nuevo—: “¿En qué piensas?... —ahí no… más adelante… siguió leyendo hasta encontrar el punto en el que se había quedado de la lectura antes de haberse levantado a por las gafas—: “Duncan pasó los brazos hacia delante casi abrazando a Denise pero sin tocarla, desabrochó el cinturón, soltó el botón y bajó la cremallera del pantalón de Denise. Antes de que ella pudiera decir algo, sus dedos se introdujeron bajo la tela del pantalón y empezaron a acariciarla. Apartó con delicadeza sus bragas y metió los dedos por debajo de la fina tela acariciándola, buscando sus puntos más sensibles...” …delicadeza… —murmuró, no pudo reprimir una carcajada.

Cerró los ojos, recordaba su cara reflejada en el cristal, el olor a violetas, la suavidad de su piel cuando había desabrochado el cinturón de sus vaqueros, y aún más cuando había metido la mano por debajo del pantalón; las pupilas de sus ojos se habían dilatado en el momento en el que había apartado las bragas y había acariciado directamente su piel. Recordaba el gemido que se había escapado de sus labios cuando había introducido el primer dedo entre sus pliegues. Y a ese gemido le había seguido otro y otro y otro… había disfrutado arrancando cada uno de esos gemidos y cada uno de los orgasmos que se fueron sucediendo bañándole la mano con sus fluidos. No recordaba delicadeza, recordaba su mano derecha colándose por debajo de su camisa estrujando sin piedad su pecho endurecido, y su mano izquierda sin compasión...

No sabía cuantos orgasmos había conseguido arrancarle antes de ser capaz de soltarla. Sus gemidos le tenían casi hipnotizado. Al final había conseguido soltarla, la había dejado desmadejada, exhausta junto a la ventana y se había ido tranquilamente al baño a lavarse las manos. Mientras se lavaba las manos podía ver como ella le miraba desde el marco de la puerta, confundida, incrédula, desnortada, perdida,… jadeaba por la excitación. Le brillaban los ojos, y se mordía los labios…

El teléfono le devolvió a la realidad. Lo descolgó sin ganas al reconocer el número, no tenía ganas de hablar con Max.