miércoles, 5 de agosto de 2009

sábado, 1 de agosto de 2009

La estirpe del lobo (3)

Luvia se preparó el té, mientras esperaba que el agua hirviera mezcló las hierbas. El nómada le había dado la receta de la mezcla de hierbas. Le recomendó que las usara con cuidado, no debía abusar de ellas.

Se preguntaba cuánto tardaría Norah en descubrir su pequeño secreto, era muy lista y seguramente no tardaría mucho en poner fin a su pequeña tregua. Tenía que haberlo notado.

Se preguntaba ¿por qué todo aquello? ¿Por qué se prestaba a aquella pantomima? Era ella quien había admitido al forastero en casa, Norah había estado en contra, muy en contra. Y seguía estándolo. Pero a ella le gustaba tenerle allí, aunque no se lo dijera. Era una razón más para no preocuparse por si misma, así había sido desde que Norah había dejado todo en sus manos. ¡No, no era así!, así había sido desde la noche que había seguido a aquella mañana. Esa odiosa mañana.

La tetera silbó. Luvia vertió el agua en la taza y la tapó dejando que reposara un par de minutos.

Tyr dormía. Se convertiría en un problema si no conseguía controlarle, tenía que ser realista, ya era un problema. Empezó a beber a sorbos el té, estaba aún más amargo de lo que recordaba, pero siguió bebiéndolo.

—¿En qué piensas? —le preguntó Norah sacándola de su ensoñación. Luvia no la había oído entrar, ¿cuánto llevaría allí?
—Odio viajar —miró a Norah, preguntándose si realmente era capaz de leer sus pensamientos como temía cuando era pequeña.
—Podría haber ido yo —la voz de Norah sonaba a reproche, había algo que le preocupaba, que le daba vueltas y que no se atrevía a decirle.
—Es mi responsabilidad.
—¿Has hablado con él?
—Mick no le dijo nada. Tendremos que ir despacio —hizo una mueca de disgusto. Su hermano no había querido contarle nada a Will. ¿Qué pretendía ocultándole la verdad? Había escuchado las tímidas excusas que le habían dado, pero no las había creído. Sabía que mentían, parecía que Michael lo hubiese olvidado todo. Di se había resistido y él había estado a punto de dejarse convencer por su mujer. Entonces a Luvia le había bastado mirar a Michael y reclamar lo que era suyo. Porque Will era suyo.
Se estremeció al pensar en Mick, había hecho mucho tiempo que no se veían. Se había molestado porque sólo se había quedado media noche, pero tal como se sentía no podía quedarse más. No se atrevía. Ese olor la perturbaba.