La fantasía nos da alas, nos da esperanzas. Nos da un pañuelo en el que secarnos las lágrimas.
¿Qué sería de nosotros sin esa capacidad de soñar, de imaginar? ¿De vivir en otras partes, en otros tiempos, en otros lugares?
Ser protagonistas o testigos de grandes proezas, grandes amores, pequeños tesoros, enormes batallas, batallas cruciales.
U observar la vida: Una pequeña risa, una apasionada mirada, un corto paseo, un mohín enfadado… una carcajada que nos hace estremecer, desde los pies hasta la cabeza. Una mano acariciando un cuello y reconfortando a quien recibe esa caricia.
Fantasía y recuerdo se mezclan y se acaban convirtiendo en esas alas prestadas que nos permiten durante un instante, volar por encima de nuestras vidas.
¿Y qué abre nuestro corazón, qué le permite volar libremente, hasta hundirse en el peor de los infiernos y elevarse al más hermoso de los paraísos?
¿Quién sabe? Quien sabe. Con una sonrisa triste pregunto, ¿quién lo sabe?