Todos deseamos cambiar, deseamos
ser mejores, deseamos ser especiales, deseamos ser normales.
¿Pero cuanto de ese cambio es “normal”
o aceptable? ¿Cuánto podemos cambiar? ¿Podemos dejar de ser físicamente hombres
o mujeres? ¿Podemos dejar de ser gays o de ser heterosexuales? (¿Quién no ha
pensado en ello después de una serie de relaciones desastrosas con alguien del
otro sexo?)
¿Cuánto podemos cambiar? ¿Cuánto de
nosotros no es esencial? ¿Cuánto no forma parte de esa esencia que nos
convierte en la persona que somos? Ser gay o heterosexual o bisexual es lo que nos
marca como persona? ¿Ser hombre o mujer? ¿Tener los ojos azules? ¿El pelo
oscuro? ¿Quizás el color de la piel?
Vivimos en una época de cambio
donde cosas inamovibles ya no lo son.
¿Y si existiera una pastilla que pudiera
curar la homosexualidad? ¿o la heterosexualidad? ¿Y si tomando una pastilla pudiéramos
ser más altos? ¿Tener la piel más clara o más oscura?
¿Y si pudiéramos ver el mundo de
la misma forma en la que “la gente normal lo ve”?
¿Deberíamos tomar esa pastilla?
El cambio es necesario, dicen. Y
en este época en la que tantos cambios “esenciales” o no tanto, pueden llegar a
hacerse posibles. ¿Cuánto cambiaremos sin cambiar nuestra propia esencia?
O, ¿qué es lo que esencialmente
nos define?