martes, 18 de marzo de 2008

un viejo cuento

Recuerdo un cuento que leí hace mucho tiempo, es la historia de un gran espadachín. Había estudiado con los mejores maestros de la espada, se había batido en mil duelos, y todos los había ganado. Un día llegó un nuevo espadachín al que nadie conocía. Este le retó en duelo y él aceptó. Al amanecer del día siguiente ambos se batirían en duelo en el prado.

El gran espadachín se preparó como hacía siempre que tenía un combate. Se entrenó un poco, leyó, cenó no muy copiosamente, y se fue a descansar.

Al amanecer se encontraba en el prado frente a su adversario. Se saludó protocolariamente con él, comenzó el duelo, y justo en aquel momento pensó—: “¿Y si pierdo este combate?”

Y en aquel momento recibió la estocada fatal.

domingo, 2 de marzo de 2008

Gadi

Lara sentada en el alfeizar de la ventana fumaba y miraba el horizonte. Se oscurecía el día. Hacia tanto tiempo que no estaba así sentada en la ventana de su pequeña casa mirando la vida transcurrir al otro lado. Viajaba tanto que a veces se preguntaba porque había comprado aquella casa en la que no había pasado en total más de una semana, bueno quizás sí más de una semana… La estancia más larga que recordaba en aquel pequeño refugio comprado hacía ya siete años había sido de tres días—: Tres días —murmuró.

Era allí, junto a esa ventana del piso superior donde por primera vez se había sentido en casa.

—Creí que no fumabas —Kurtz llevaba mirándola un buen rato, esperando que notara su presencia, pero Lara parecía estar en otra parte.

—No fumo —dio otra calada al cigarrillo y siguió mirando el horizonte.

—Necesito un favor.

—¿Tú o Eretz?

—Ambos.

Lara apagó el cigarrillo en el pequeño cenicero de la ventana y se levantó dispuesta esperando las órdenes de Kurtz.

—Estas muy guapa, Lara.

—Hacía mucho que no nos veíamos. ¿Cómo está…? —Lara nunca conseguía recordar el nombre de la mujer de Kurtz—… Llevo tres días sin dormir.
Kurtz sonrió—: Gadi está en la frontera.