sábado, 15 de mayo de 2010

Palabras

—¿Por qué no eres más diplomático? —llevaba pensando en eso desde que habían salido del restaurante. Esa pelea con sus amigos del trabajo la había tenido preocupada casi toda la noche, sólo había conseguido diluir esos pensamientos mientras hacían el amor. En esos momentos conseguía que el mundo desapareciera a su alrededor, sólo existían ellos dos.
—¿Qué es “ser diplomático”? —hablaba con calma, una calma que escondía la irritación que le provocaba aquella gente, no soportaba que le hicieran daño, ella era todo para él—. ¿Apuñalar con una sonrisa? —«no eran nadie para considerarla poco para él. ¡Qué sabían ellos de él!»—. ¿Envenenar el té? ¿Destruir con las palabras?
—Tus palabras,... les hieren —quería que se llevaran bien, no le gustaba que tuviera problemas en su trabajo, con sus amigos por su culpa. Ella no podía evitar ser como era, tan poquita cosa, en realidad. Él era tan distinto, era tan popular, tan dulce, tan soberbiamente maravilloso… que, a veces, se preguntaba cómo podía haberse enamorado de ella.
—¿Por qué deberían herirles? —el sarcasmo llenó su voz—; ¡Son las palabras de “un exaltado, de un radical, de un fundamentalista…”! todo eso me llaman, y más. ¿Por qué debería importarles lo que yo pueda decir? Es ridículo.
Ella sonrió, con aquella sonrisa dulce que le cautivaba, una sonrisa de tranquilidad, una sonrisa que aceptaba que todo aquello estaba bien.
—¿Te hieren a ti? —sus manos acariciaban su cuerpo desnudo. Tenía una piel tan cálida como su tono de voz, esa mezcla que él amaba de ella.
—Alguna vez —la sonrisa había llegado a sus ojos haciéndolos brillar—, pero me dolería más tu desden, que fueras frío conmigo —le besó con suavidad.
—En el fondo, amor, eres una romántica —la abrazó y dejó que el sueño acudiera a él. Realmente la amaba.

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