—¡Tienes las coletas torcidas! —eso llevaba corroyéndole
desde que la había visto salir del coche. Era una niña preciosa, con un vestido
precioso, realmente educada, aunque algo tímida. Aquellas coletas no pegaban,
estaban fuera de lugar.
—No digas eso —dijo con una voz muy suave,
mirando al suelo.
—¿Te las has hecho tú? No están mal, para
alguien tan pequeño —¿cuántos años tendría?, ¿tres, cuatro?
La niña frunció el ceño y le embistió con la
cabeza, molesta, haciéndole tambalearse.
—¡Eh…! —no podía creer que le hubiera hecho
algo así.
—¡Noel! No puedes pegar a la gente cuando te
digan algo que no te gusta.
—No le gusta mi pelo.
—¿Qué tienes contra el pelo de mi hija? —conocía
a Lisa, sabía que estaba a punto de pegarle un puñetazo y no sabía por qué.
Sólo había dicho que las coletas estaban torcidas, no era para ponerse así. Pero
debía pasar algo con el pelo de Noel, quizás incluso con sus ojos. Parecía una
niña muy directa, pero solía rehuir la mirada de la gente, lo había notado las
veces que la había visto con Lisa.
—Sólo he dicho que las coletas estaban
torcidas.
—¿Noel?
El teléfono de Lisa sonó y palideció al
reconocer el número—: ¡Discúlpate, Noel! Es una llamada importante —entró en la
casa, buscando algo de privacidad y mejor cobertura.
—Lo siento, Jin-san —hizo una profunda
reverencia.
Jin cogió un mechón del pelo de Noel—: Es
bonito —tiró de las gomas de las coletas hasta deshacer las dos.
—¡Eh! ¡Me las hizo Eiki!
—¿Nomura? Es realmente malo… ¿Cómo dejas que
peine ese precioso pelo?
—Papá y mamá trabajan mucho, Eiki cuida de mí.
Él me peina y me ayuda a vestirme.
Jin se tapó la boca con la mano, eso lo
explicaba todo. Se había molestado porque Eiki era quien la peinaba, tenía que
defenderle. Sacó un cepillo de la cartera que llevaba al hombro, y empezó a
peinarla, tenías las gomas en la muñeca. Sacó la botella de agua y mojó un poco
el pelo y sus manos, para poder peinarla bien y fue trenzando el pelo en dos
largas trenzas. Con el pelo entre sus dedos, notó que algo no iba bien, había
un gran trasquilón que Eiki había intentando tapar. Alguien le había cortado el
pelo salvajemente. Tenía varios trasquilones más.
—No les gusta mi pelo, dicen que no se parece
al de mi padre.
—A mí me gusta. Tiene un color bonito.
—Le encanta —sonrió—. No ha dejado de
pavonearse con el peinado por toda la casa. Se te da bien.
—Es una simple trenza, es como trenzar cuerda.
—Lo has visto. No se me da bien peinar —se
tapó la cara con la mano—. Y me cuesta no ir a su clase a pegar a ese par de
niños. No la dejan en paz. El otro día le tiraron un vaso de zumo de uva sobre
su vestido nuevo. Se puso el abrigo por encima y no dijo nada. No sé qué hacer
con ella. No sabe defenderse.
—Me pegó.
—Eso es raro.
—Dije que tus coletas estaban torcidas.
Eiki se soltó a reír a carcajadas—: I love her so much.
—¿No te da vergüenza decir algo así?
—No, esperaré a que cumpla 20 años, se la
robaré a sus padres y me la quedaré para mí.
—Pervertido.
—Me cambiaré el nombre de Eikichi a Echi. ¿Te
gusta Noel?
—¿Qué tipo de pregunta es esa?
—No sé si podría estar con alguien al que no
le gustara Noel.
—Siempre que no le digas que piensas
abandonarle en cuanto Noel cumpla 20 años, no creo que le importe.
—Pues tú ya lo sabes —cerró los ojos—. Así que
tengo un problema.
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