martes, 15 de mayo de 2007

En la niebla (10)

Denise salió del coche sin esperar a Liam. Subió el par de escalones de la entrada del restaurante, dejó el abrigo en el ropero y siguió las indicaciones del maître hasta la mesa que habían reservado. Maggie la saludó con la mano desde la mesa para que se acercara, Max estaba desaparecido, Denise supuso que estaría ocupado junto a la barra del bar —: Feliz cumpleaños, Maggie.

—Estás muy guapa. Siéntate.

—Gracias. Tu hijo no piensa igual. Recibí el paquete.

—Bueno querida, mi hijo es idiota. Es mi hijo, pero es idiota, por supuesto todo es culpa de la familia paterna. ¿Te gustó?

—Me encantó.

—Me alegro, la verdad es que no sabía que regalarte, tuve suerte de que Duncan me sugiriera que te lo comprara.

—¿Duncan? —hacia cuatro meses que no le había visto. El último recuerdo que tenía de él… le costaba recordar… Heathrow… llovía… no habían hablado en Hong Kong, su primer recuerdo aquella mañana había sido el sonido de la ducha, y poco después había sentido sobre su piel la calida caricia del sol. La niebla se había disipado. Y eso, extrañamente, la entristeció. Él lo había dejado muy claro, era sólo sexo. Diversión entre dos seres adultos…

—Sí. Pensé en comprarte la discografía entera, pero parece que sólo tienen ese disco.

—Gracias.

—Gracias por las flores, las recibí en mi despacho, eres un sol. Tienes una cara muy rara, ¿ha olvidado tu cumpleaños?

—Da igual.

—Mi hijo es un pelín idiota. Salió a su abuela, paterna por supuesto —Denise soltó una carcajada—. Me gusta más verte así. Estás mucho más guapa cuando te ríes —se puso en pie, llegaban más invitados—. Tengo que dejarte. Llega más gente, ahí está Greta.

—Max… —refunfuñó a su suegro que acababa de aparecer como por ensalmo. Odiaba las multitudes y esa “pequeña” fiesta no parecía ser tan pequeña.

—Te dije que seríamos unos seis o siete… —se sentó a su lado ocupando la silla que Maggie acababa de dejar vacía—… puede que me quedara corto.

—¿Puede? —sonrió divertida. Sentía debilidad por su suegro—. ¿Qué vas a pedirme?

—Me conoces demasiado bien. Habla con Duncan.

—¿Está aquí?

—Acaba de llegar —señaló la barra del bar–. ¿Le ves? Sigue enfadado con tu marido.

—No es el único —murmuró creyendo que Max no la estaba escuchando.

—¿Qué ha hecho?

—¿Orden alfabético o cronológico? —una sonrisa amarga se dibujó en su rostro, una sonrisa que Max prefirió pasar por alto.

—Habla con él —señaló a Duncan—, por favor.

—¿Por qué yo? Sois viejos amigos. Te hará caso.

—Denise, —agarró afectuosamente el antebrazo de su nuera—, yo le traicioné.

—¿Le traicionaste?

—No estoy orgulloso de ello.

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