Adriana se despertó. Odiaba volar así que solía tomarse un par de pastillas que la dejaran completamente grogui durante el viaje. Pensó en Hugo, que había ido a despedirla al aeropuerto. Se sentía extraña viviendo con su hermano mayor, siempre habían tenido una relación bastante distante y sin embargo al final era el único que le quedaba de su familia, bueno, el único sin contar a su abuelo.
Su última visita a Madrid había sido diferente. En aquel momento había pensado que jamás volvería. Había sido su gran pelea con Alejandro, su huida de la ciudad en la que había vivido más de la mitad de su vida. Sabía que quería a aquel imbécil, pero no tenía ninguna gana de volverle a ver. Pero se lo había prometido a su abuelo. Y era consciente de que jamás había sido capaz de negarle nada a su abuelo.
Adriana llamó a la azafata con la mano—: ¿Tardaremos mucho en llegar?
—Aterrizaremos en una hora.
—Gracias —cerró los ojos. Podía permitirse dormir un poco más.
Su última visita a Madrid había sido diferente. En aquel momento había pensado que jamás volvería. Había sido su gran pelea con Alejandro, su huida de la ciudad en la que había vivido más de la mitad de su vida. Sabía que quería a aquel imbécil, pero no tenía ninguna gana de volverle a ver. Pero se lo había prometido a su abuelo. Y era consciente de que jamás había sido capaz de negarle nada a su abuelo.
Adriana llamó a la azafata con la mano—: ¿Tardaremos mucho en llegar?
—Aterrizaremos en una hora.
—Gracias —cerró los ojos. Podía permitirse dormir un poco más.
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