martes, 23 de septiembre de 2008

En la claridad (7)

«—¿Me regalas una canción —acariciaba la oreja de Maya con su aliento y la punta de su lengua—, en mi oído? —jugaba con su pelo, evitaba mirarla a los ojos, porque sus ojos quemaban. ¿Cómo una mujer tan tímida podía transmitir tanta pasión, tanto deseo?
—¿Q-qué quieres que te cante? —su voz temblaba. En realidad era todo su cuerpo el que temblaba al sentirle tan cerca. Sentía el calor que emanaba de su piel. Las manos que apenas le acariciaban parecían que la quemaban.
—Déjame que ponga música, yo te afinaré, tú sólo tendrás que buscar la letra —sus ágiles dedos se colaron por debajo de la camisa de Maya, y ella comenzó a gemir—-, pero si aún ni te he tocado —soltó una carcajada.
Susurró en su oreja con su aliento húmedo—: Gime para mí, canta para mí —rozó sus pezones por encima del sujetador—, tanto por afinar… ¡qué delicia! —lamió su cuello, haciéndola gritar —. ¿Ves como te sabes la letra?
Maya le apartó de un empujón.
—Disculpa —Duncan se apartó de ella y se sentó en el sofá. Intentaba no mirarla llevaba la blusa entreabierta y podía ver sus pechos casi desnudos—: ¡Maya!
—¿Sí? —le miraba con la cabeza ladeada, los labios entreabiertos y húmedos y Duncan se arrepintió de haberle dicho nada. Sintió ganas de besarla, de tirarla sobre la mesa que había detrás de ella y terminar lo que había empezado.
—¡Tápate! ¡o te juro que te tiraré sobre esa mesa y no respondo de lo que pueda hacerte! —podía olerla, toda la habitación olía a ese maldito perfume. Si seguía oliendo ese perfume le iba a dar igual. Desnuda, vestida, sobre la mesa, contra la pared… no iba a tener piedad.»
Lo recordaba… por eso había querido salir de aquella habitación de Hong Kong. Aún podía recordar a Maya con la camisa abierta ofreciéndole los senos. Y ese olor…
—¿Tú nunca cambias de perfume? —soltó sarcástico.
—¿Por qué? —Maya le miraba sin entender el sentido de aquella pregunta, apoyada en la otra pared del gran ascensor—. Sé cuánto te excita —bromeó. Duncan se acercó a ella y la sonrisa se borró de sus labios. Sólo fue un paso. Un simple paso, pero Maya se puso nerviosa. Sonrió aliviada al ver que las puertas se abrían y que podía escapar por debajo del brazo de Duncan. Tomaría ese café y se iría a casa—: ¿En qué pensabas?
—En nada —Duncan dio un paso atrás. Ahora era Maya la que estaba peligrosamente cerca.
—Ahora eres el que me empuja a mí.
Duncan soltó una carcajada. En momentos como aquellos sospechaba que Maya era una pequeña bruja.

lunes, 15 de septiembre de 2008

En la claridad (6)

«—Tienes una vagina preciosa —lo dijo con la misma emoción con la que alababa la gestión de una fabrica, o el trabajo de su secretaria…» Maya leía sentada en el coche. No podía creer que Denise hubiera escrito algo así de Duncan, se sentía extrañamente ofendida. Ella no le conocía como para poder hablar de él así. ¿Emoción? Era ella la que había sentido sus dedos acariciándola. La había hecho correrse tantas veces, que sus piernas se habían convertido en gelatina y se había apoyado en él para no caer al suelo.
—¿Te pasa algo?
—Yo no creo esto de ti —esperó que Duncan dijera algo—, eres muy serio, pero no… tú no eres así.
—¿Cómo no soy? —ella se quedó callada—, ¿o cómo soy? —Maya le acarició la barbilla—. ¿No te atreves a decírmelo? Sé como soy.
—«¿!de putas!?» —gritó para sí, acababa de releerlo. Duncan soltó una carcajada. Le divertía verla tan furiosa y que Denise creyera que él pagaría por sexo. Se había equivocado con aquella pelirroja lujuriosa, en el fondo era una puritana.
—Hemos llegado —anunció Duncan, bajó del coche y le abrió la puerta a Maya. Maya le estrechó la mano al bajar del coche ante su casa, siempre se despedía así.
Max les había presentado fugazmente durante una fiesta: “Mi nuera, mi socio”. Duncan no tuvo tiempo de echarle más que un vistazo, Max la había arrastrado hacía otro grupo de gente. Le pareció joven, pequeña, y tímida, muy tímida. Nunca se la habría imaginado así. Había vuelto a verla después, cuando se había acercado tímidamente a despedirse de él en el aparcamiento. Se había preparado para un par de besos superficiales pero ella le había sonreído con los ojos, no con los labios, y había extendido la mano ante él y ante Sabrina, ante el estupor de ambos, “No me gusta besar.” Y les había estrechado la mano.

martes, 2 de septiembre de 2008

Show must go on

Queen: Show must go on
Empty spaces - what are we living for
Abandoned places - I guess we know the score
On and on, does anybody know what we are looking for...
Another hero, another mindless crime
Behind the curtain, in the pantomime
Hold the line, does anybody want to take it anymore
The show must go on,
The show must go on
Inside my heart is breaking
My make-up may be flaking
But my smile still stays on.
Whatever happens, Ill leave it all to chance
Another heartache, another failed romance
On and on, does anybody know what we are living for?
I guess Im learning, I must be warmer now
Ill soon be turning, round the corner now
Outside the dawn is breaking
But inside in the dark Im aching to be free
The show must go on
The show must go on
Inside my heart is breaking
My make-up may be flaking
But my smile still stays on
My soul is painted like the wings of butterflies
Fairytales of yesterday will grow but never die
I can fly - my friends
The show must go on
The show must go on
Ill face it with a grin
Im never giving in
On - with the show -
Ill top the bill, Ill overkill
I have to find the will to carry on
On with the -
On with the show -
The show must go on...