viernes, 2 de marzo de 2007

En la niebla (4)

Od'yishoma be'harei yehuda, uvechutzot Yerushalayim
Od'yishoma be'harei yehuda, uvechutzot Yerushalayim
Kol sasson v'kol simcha
Kol chatan v'kol kallah

Denise se giró asustada al oír el ruido de la puerta al abrirse. Había cogido el disco que Duncan había dejado olvidado sobre la mesa y lo había puesto en el equipo de música. Quería escuchar música y sus cds se habían quedado en la maleta que seguía en el avión.

—Lo siento —murmuró como disculpa.

—¿Te gusta? —dejó la chaqueta sobre la mesa, bajó el volumen de la música y se sentó en el sofá, mirándola. Ella seguía de pie, sin saber si sentarse o quedarse ahí, en medio de la habitación sin saber muy bien a dónde ir, o qué hacer.

—Sí. Suena bien.

—¿Les conocías?

—No. ¿Qué dice?

—Mmm… "Aún se escucha… harei… en las montañas de Judá y… chutzot Yerushalayim… en las calles de Jerusalén la voz… sasson… de la risa y la voz de la alegría, la voz del novio y de la novia." Más o menos eso dice…

Otra vez el silencio.

—¿Cómo convenciste al de Hong Kong para que firmara?

—Fue fácil. Le dije que le harías una mamada.

Duncan la miró sorprendido sin poder creérselo, y soltó una carcajada que pareció romper el muro que les separaba.

—A Smith le gusta mirar.

— ¿Te has ido de putas con él?

—Sí. Alguna vez —la miró directamente a los ojos, metió la mano en el bolsillo y sacó el paquete de cigarrillos aún sin abrir, al hacerlo tocó el paquete de condones que había comprado en la farmacia.

—Ahm.

—¿Te parece mal? ¿A la señorita le parece mal? Soy un hombre solitario, pero tengo necesidades —Duncan la miraba directamente a los ojos esperando su respuesta. Aunque no la necesitaba, le bastaba con ver su cara para saber que estaba pensando—. Le comió la lengua el gato —dijo con un deje irónico, se levantó y caminó hasta la mesa para coger el encendedor que había dejado junto a la cartera.

—No —contestó Denise al fin en un susurro—. No —dijo subiendo el tono de voz.

A Duncan no le hizo falta girarse para saber que ella no había dejado de mirarle, sentía su mirada fija sobre su nuca. Así que se tomó su tiempo. Encendió el cigarrillo sin girarse y le dio una profunda calada.

Se dio la vuelta. Estaba más cerca de lo que él creía. La tenía justo al lado. Denise cogió el cigarrillo de su mano y le dio una calada. Le miró a los ojos mientras le devolvía el cigarrillo agarrándolo por la mitad suavemente con dos dedos, dejándole sitio para que pudiera poner los dedos en el filtro.

Duncan puso los dedos sobre los dedos de Denise. Sonrió sin apenas ser consciente de que lo hacía. Era una sonrisa abierta, seductora, tremendamente seductora, no sólo sonreía con los labios si no también los ojos. Le dio una calada al cigarrillo con los dedos de Denise atrapados debajo de los suyos, pero ella ni se inmuto.

No se inmuto, tampoco, cuando apagó el cigarrillo a la tercera calada, aún sin soltar sus dedos. Ni cuando desabrochó de nuevo su cinturón; o cuando bajó el cuello alto del jersey que llevaba y dejando al alcance de sus dedos esa zona de piel que él sospechaba muy sensible había empezado a masajearla. O cuando había dejado que la levantara un poco para poder tenerla a su altura, ya que ya no llevaba los 8 centímetros extra del tacón de las botas y con ellos no es que fuera tampoco muy alta. O cuando su mano izquierda se perdió por su espalda bajando hasta dejar de tocar eso que se llamaba espalda, o cuando su mano derecha se perdió entre sus pechos mientras buscaba el cierre de su sujetador para liberarlos…

Después, con una de sus manos sobre la parte baja de su espalda, la había atraído hacía él, apretándola contra él, haciendo que le sintiera. Que notara su excitación. En ese momento ella comenzó a inmutarse. Había intentado contenerse. Ella estaba casada. Él no. Una cosa era una estúpida paja. Pero aquello…

Se dejó conducir a la habitación, él había recogido al vuelo su americana. Estaban frente a frente, los dos descalzos, ella puso las manos sobre su pecho, tranquila, serena, y fue desabotonando con calma los botones de la camisa de Duncan, no tenía ninguna prisa. Acarició delicadamente su piel. Y acercó sus labios para besarla, sintió como él se estremecía de placer, y un gemido le confirmó que lo estaba haciendo bien y se dejó llevar.

1 comentario:

Mari dijo...

Voy a pasar menos a menudo, empieza el trabajo. El comentario a este te lo dije virtualmente (o personalmente?)

Besos