He confundido la culpa con la responsabilidad, ahora me doy cuenta. Mi forma de evitar la responsabilidad, mi responsabilidad, en todo aquello que me pasaba en la vida no era como la de aquel personaje que decía después de haber destrozado algo “¿he sido yo?” o aquel aún más conocido que soltaba un “yo no he sido”… mi frase siempre fue “no es lo que parece, tengo mis razones”.
Claro que había razones siempre había mil razones, de puertas para adentro me sentía culpable, pero no responsable. Habían sido las circunstancias o un mal calculo, o lo que fuera. Daba igual.
La gente se enfadaba, pero no era responsabilidad mía, yo metía la pata, pero no era responsabilidad mía; al mismo tiempo me sentía completamente culpable porque no sabía como solucionar lo que había estropeado y porque no podía soportar la idea de que alguien pudiera estar enfadado conmigo. Esa era mi obsesión. Pero hay cosas que son completamente imposibles, que no se pueden solucionar. Además, todo el mundo tiene derecho a enfadarse.
A veces sólo hay una forma de arreglar las cosas y es decir un sencillo lo siento, un lo siento que no esté lleno de miedo, y que no pretenda el perdón (aunque realmente sea lo que ansiemos). Ese lo siento tiene que ir acompañado de un “ha sido culpa mía, yo soy responsable de lo que pasó”.
De vez en cuando no te perdonan, pero ¿cómo van a perdonarte si no te perdonas tu misma? ¿Cómo van a perdonarte, si parece que no te importara lo que ha pasado y sólo pretendieras volver a ese estado de calma en el que te encontrabas?
Y hay quien lo nota, y se siente herido por ello. Porque se da cuenta de que quizás no sea su dolor lo que te haya hecho reaccionar, si no la incomodidad que te ha creado.
Por eso a veces los “lo siento” están tan vacíos.
Claro que había razones siempre había mil razones, de puertas para adentro me sentía culpable, pero no responsable. Habían sido las circunstancias o un mal calculo, o lo que fuera. Daba igual.
La gente se enfadaba, pero no era responsabilidad mía, yo metía la pata, pero no era responsabilidad mía; al mismo tiempo me sentía completamente culpable porque no sabía como solucionar lo que había estropeado y porque no podía soportar la idea de que alguien pudiera estar enfadado conmigo. Esa era mi obsesión. Pero hay cosas que son completamente imposibles, que no se pueden solucionar. Además, todo el mundo tiene derecho a enfadarse.
A veces sólo hay una forma de arreglar las cosas y es decir un sencillo lo siento, un lo siento que no esté lleno de miedo, y que no pretenda el perdón (aunque realmente sea lo que ansiemos). Ese lo siento tiene que ir acompañado de un “ha sido culpa mía, yo soy responsable de lo que pasó”.
De vez en cuando no te perdonan, pero ¿cómo van a perdonarte si no te perdonas tu misma? ¿Cómo van a perdonarte, si parece que no te importara lo que ha pasado y sólo pretendieras volver a ese estado de calma en el que te encontrabas?
Y hay quien lo nota, y se siente herido por ello. Porque se da cuenta de que quizás no sea su dolor lo que te haya hecho reaccionar, si no la incomodidad que te ha creado.
Por eso a veces los “lo siento” están tan vacíos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario