domingo, 18 de febrero de 2007

En la niebla (2)

Duncan se sentó en el sillón, se puso las gafas y sacó del maletín los acuerdos que quería firmar en Shangai. Encendió la lámpara y empezó a marcar con la pluma lo que no acababa de convencerle del todo. Siempre había dicho que todo trato era mejorable por muy bueno que pareciese.

Levantó la mirada, la mano de Denise estaba sobre su vientre, rozándole con la punta de los dedos, por encima del pantalón, una polla que empezaba a hincharse a su pesar. Retiró la mano con delicadeza. Sintió electricidad al tocar esos dedos pequeños, suaves y ágiles…

—¿Qué haces?

—Devolverte el favor.

—No quiero traicionar a Liam.

—Me has mastur…

—Tenía ganas de darte placer —la miró por encima de las gafas—. ¿Te he molestado?

—No —contestó tímidamente—, me sorprendiste.

—Oh. No pretendía…

—Me has metido los dedos… dentro.

—Tienes una vagina preciosa —lo dijo con la misma emoción con la que alababa la gestión de una fabrica, o el trabajo de su secretaria. Se colocó las gafas para seguir leyendo.

—No la has visto.

—La toqué.

—Me gustó —Duncan se quedó extrañamente callado. Era algo que ridículamente no había esperado que pasara. Su gesto adusto desapareció, iba a decir algo pero no fue capaz—. ¿Qué te pasa?

—Me gusta tu mano… —Denise había vuelto a colocar su mano sobre su pantalón mientras hablaban—... debiste haberla quitado.

—Ya he notado que te gusta.

—¿Lo notas?

Ella asintió con la cabeza, extendió los dedos de la mano y la movió circularmente, acariciando con la palma aquel bulto que empezaba a endurecerse aún más.

—Deni… —gimió.

—¿No te gusta?

Duncan echó la cabeza hacia atrás, mientras ella seguía tocándole por encima del pantalón.

—¿Por qué paras?

—¿Quieres que siga? —Duncan vio la mirada perversa brillando en los ojos de Denise.

—¿Quieres que te lo pida? —Denise no contestó, sólo sonrió—. Sigue… por favor…

Acarició su mejilla con el dorso de la mano, cerró los ojos. Denise abrió el cinturón, bajó la cremallera, metió la mano y siguió acariciándola, ahora la notaba más caliente, más dura, sólo la separaba aquel bóxer negro de algodón. Parecía más grande de lo que había imaginado y realmente le apetecía ver que había por debajo de aquella tela que poco a poco se estaba mojando de la excitación.

—Denise… —ella había sacado por fin su pene y lo acariciaba con la punta de los dedos. Era sin duda más grande de lo que había pensado. Lastima no tener una cinta métrica para medirlo. Lo tocaba como si fuera a romperse, con mucha delicadeza, aunque la verdad lo hacía porque sabía que Duncan se estaba poniendo malo y necesitaba un trato no tan delicado en esos momentos—… te juro que no se va a romper.

—¿No? —Denise sonrió malévolamente y comenzó a masturbarlo de verdad haciendo que Duncan gimiera más alto como toda respuesta.

Sus gemidos se hacían más fuertes, ella sentía como latía, como palpitaba a punto de estallar y paró. Duncan metió la mano en su bolsillo, sacó un pañuelo blanco y se lo dio.

Denise siguió masturbándole hasta hacerle correrse en el pañuelo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los leí todos. Ya están claros los diálogos. La dificultad, creo, es que la historia recién comienza y entonces todavía uno no ve con claridad quiénes son los personajes.

Hala, seguí que quiero ver qué pasa.

Besotes

Anónimo dijo...

No me deja entrar al irc. Me voy a dormir. =P
Besitos, borrá este comentario que queda ridículo acá, je
(no encontré el texto psicoanalítico por ningún lado)
(ah, mañana no entro, voy a casa de mi amiga)