sábado, 10 de febrero de 2007

Haan y Magda (5º fragmento)

—¿Haan?—dijo al oír la puerta.

—Magda —vació la bolsa que llevaba sobre la colcha y se sentó—. He traído un poco de comida —tenía los palillos en una mano y le ofrecía otros con la mano derecha—. ¿Tienes hambre?

—Estaba preocupada.

—Tienes que sentarte. Por favor —Magda se sentó sobre la cama con los pies cruzados—. Me voy a morir. Pronto. Debí decírtelo. Pero soy cobarde. Tengo un cáncer. Cuando te vayas a casa aún viviré unos meses más. No quería decírtelo —habría preferido decírselo de otro modo. Haber comido. Haber reído.

—¿Vas a morirte?

—Sí.

—¿Por qué?

—Estoy enfermo.

—No es justo —las lágrimas inundaban sus ojos—. No es justo.

Haan intentó tocarla para calmarla, para consolarla. Pero ella no quería que la tocara. Se levantó y esquivó su mano. Haan bajó la mano y la dejó caer sobre la cama.

—Nunca he querido a nadie como te quiero a ti, Haan. Nunca. En toda mi vida. Jamás —miraba la ciudad a través de la ventana. Lloraba.

—Lo siento.

—No te mueras. Por favor
Los dos se quedaron callados. ¿Qué decir a una petición como esa? Ella miraba a través de la ventana mientras intentaba contener las lágrimas y él la miraba a ella.

—¿Será niño o niña? —preguntóHaan rompiendo el silencio al fin.
—Niño.

—¿Le llamarás Haan?

—¿Quieres que le llame Haan?

—No.

—¿Cómo quieres que le llame?

—Lena. De Magdalena. Será una niña.

—No lo creo.

—Siempre soñé que tendría una hija.

—¿Un hijo no?

—No. Se parecerá a ti. Tiene que parecerse a ti.

—¿Y qué tendrá de ti?

—Mi manera de reír.

—¿Sólo eso?

—Te quiero, Magda.

—Los chinos no dicen te quiero—sonaba a reproche.

—Pero yo te quiero. No puedo dejar de quererte.