jueves, 8 de febrero de 2007

Haan y Magda (3ºfragmento)

Llamó a la puerta. Intentó calmarse, pero el corazón le latía muy rápido. Impaciente. La puerta se abrió. Una joven abrió la puerta. Llevaba puesto unos pantalones vaqueros y una camisa blanca. Estaba descalza. Sus pies blanquísimos contrastaban con la moqueta negra. Su pelo negro enmarcaba la también pálida cara. Parecía de porcelana. Tan blanca como la camisa. Como si se tratase de una mujer esculpida. Una figura de china. Los ojos eran grandes. Redondos. Perfectamente redondos. Marrones, pero muy claros. Tan claros que parecían realmente pintados. Como si aquella mujer fuese en realidad una figura de porcelana que hubiese cobrado vida.

Magda miraba a la mujer atentamente. Había algo en ella que le recordaba a otra persona. Intentaba encontrar en ella una pista clara. Algo que le dijese quien podía ser esa mujer. Sabía que no la conocía. Pero conocía a alguien de su familia. Estaba segura. Se hizo la luz en su cabeza. Tenía que ser la madre de Haan. Se quedaron quietas sin decirse nada. Magda esperaba que la mujer dijese algo. Pero parecía tan atónita...

Magda se hizo a un lado y le franqueó la entrada a la habitación. La mujer entró. No sabía que hacía allí. Lo había olvidado.

—¿Quiere un poco de té? —preguntó Magda rompiendo por fin el silencio.

—Hablas chino —dijo sorprendida. La madre de Haan miraba todo a su alrededor en aquella habitación. No era muy grande. Una única cama. Un armario en la pared. Una mesa y un par de cómodas butacas.

—Aprendo en la universidad. En Beijing —acababa de pedir un poco de té a la recepción. No quería salir de la habitación. Se sentía algo cansada. Había estado leyendo un poco hasta que había empezado a notar el mareo. Echó té en una taza para la señora Kwai y se la ofreció. La señora Kwai cogió con cuidado la taza entre sus manos. El té estaba muy caliente. Magda se sirvió otra taza para ella—. Siéntese, por favor. Discúlpeme. No esperaba visita.

—Es una habitación muy bonita.

—¿Quiere algo más? —se quedo pensativa intentando encontrar algo que pudiera ofrecer a su visita.

—No. Gracias. Así está bien.

—Sólo tengo té. Bueno, tengo manzanas. ¿Quiere una manzana? —estaba sentada sobre una de sus piernas y se levantó de un salto y sacó de la bolsa las manzanas—. También tengo peras. Y... ¿cómo se llaman? —sacó la fruta de la bolsa y se la enseñó.

—Mango.

—Mango —repitió—. ¿Quiere uno? Creo que había algo más por aquí. Casi no queda, tendré que ir al mercado otra vez.

—No, gracias. Gracias por el té.

—Llevo dos días aquí. No pensé que tendría visita —volvió a sentarse. No sabía que decir. Era sin duda la madre de Haan. Cogían la taza del mismo modo, apoyándola en la palma. Para no quemarse.

—No sé que decir —dijo la mujer sin dejar de mirar el fondo de su taza. Levantó la mirada tímidamente y miró directamente a los ojos de Magda. Quería ver que tipo de persona era.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Releído.

(sentir que alguien, aunque sea una persona, te lee, da ánimos al principio del blog. A mí al menos me daba empuje)