miércoles, 7 de febrero de 2007

Haan y Magda (2º fragmento)

—Sonríe.

—¿Por qué?

—Quiero hacerte una foto —sacó la cámara de su mochila.

Magda ladeó la cabeza, entornó los ojos y sonrió. Haan se quedó quieto, mirándola a través del objetivo de la cámara. Parecía sumamente tímida con aquel mechón de su pelo cayendo sobre su hombro, aquella pequeña oreja que asomaba entre el cabello, sus labios sonrosados, algo pálidos. Los ojos radiantes, brillantes. Intentaba taparse con la mano, el sol le daba completamente en los ojos.

—No sonríes.

—Tú tampoco —Magda estaba demasiado cansada para sonreír. No podía evitarlo. No había dormido nada. Estaba terriblemente agotada tras su pequeña excursión por Shangai. Y ahora caminaba por la antigua Concesión Francesa junto a Haan—. ¿Crees que vas a olvidarme?

—“Algún día te irás. Y puede que olvide tu cara. No quiero hacerlo. Quiero tener algo que me la recuerde siempre. Hasta el último momento” —pensó. Pero no dijo nada. No quería asustarla. Sólo sonrió—: He tenido muchas amantes. Podría confundirte con otra —añadió burlón.
—Odiaría que me olvidaras.

—¿Crees que olvidaría tus fantásticas piernas? Podría olvidarlo todo, pero recordaría hasta el último centímetro de la piel que cubren tus piernas.

—Exageras.

—Tienes razón. Quizás no sean fantásticas. Quizás sólo sean maravillosas.

Magda sonrió abrumada. Haan le hizo la foto. Era increíblemente bonita cuando se sonrojaba.

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